Cada estación...

Cada estación da paso a una nueva, cada una es necesaria para que la siguiente nazca plenamente y cumpla la función que le fue asignada en la naturaleza. Sin invierno no valoraríamos la primavera, si la semilla no muere jamás crecería un nuevo árbol. La vida consiste en eso: en morir para renacer con más fuerza, con más sabiduría, con más intensidad. Después de las lluvias más intensas llegan los más hermosos días de sol. Todo ser humano tiene una historia que lo marcó para bien o para mal. Justo ahí está la diferencia: el modo en que se vivió la adversidad. La paciencia es un regalo de Dios que tiene como premio los más maravillosos frutos y es la paciencia la virtud que nos fortalece. Pensar SIEMPRE en positivo, con esperanza y hasta con la alegría de que si lo ofrecemos a Dios con amor, Él nos abrazará aún más fuerte y cuando llegue el momento, ese invierno que tanto frío nos dejó en el alma, esa tempestad que nos llenó de miedo, esos momentos de tristeza profunda que nos sumieron en el más triste dolor... se convertirán en la más dulce primavera, en los momentos más maravillosos. Tarde o temprano, como la naturaleza, todo muta y si nos mantenemos cerca de DIOS, todo mutará para bien.